sábado, 13 de diciembre de 2008

Exijo Mi Excomunión

Desde que tengo memoria, hará de esto unos 18 o 19 años, me tienen a la fuerza atado a una asociación delictiva, que ha sostenido su larga permanencia en el mundo a base de robos, conquistas, destrucción de culturas a nivel mundial, erradicación de mercados competidores y la esclavización casi total de las criaturas vivas.

Y aunque parezca me refiero a un cártel criminal de narcotráfico o cualquier empresa transnacional con sede en Estados Unidos, más bien hablo de un órgano innecesario que contamina a todos los sistemas del cuerpo social localizado en el recto del mundo, el Vaticano.

Como ya habrá usted adivinado, hablo de la Iglesia Romana Católica Apostólica.

¡Qué va, si desde que no tengo memoria ni facultad de replicar, mis familiares me obligaron a “pertenecer” al rebaño de crédulos que a nivel mundial llevan la marca ganadera no con fuego, sino con agua!

Si se pregunta usted como demonios un ateo fanático está unido a la iglesia, sino es por la alergia filosófica que obliga a criticarla a diario, debo responderle que estas ataduras son simbólicas, y se conocen en la mitología cristiana como sacramentos. Estoy bautizado e hice mi primera comunión a los diez años, como es costumbre en este país bárbaro.

De ser escandaloso diría que estoy circundado por la pestilencia eclesiástica, llevo la marca leprosa del cristo, me envuelve la desgracia de ser miembro, inactivo pero al cabo entre las filas, de la institución nociva a la que debemos atrasos incuantificables en la ciencia médica, el arte y la bioética. No lo veo así, pues aceptar estas nociones sería sazonar con gnosticismo, cosa que igual me repugna, sin embargo siento la pequeña urticaria de saberme inscrito en los libros gordos de los contribuyentes del diezmo.

De estar metido forzosamente en el partido nazi o en la asociación nacional de rifles, ¿no sentiría usted una suerte de vergüenza por la proximidad hacia estos clubes infames de imbéciles violentos, necrófagos, totalitarios y segregacionistas? Imagínese como se siente estar cerquita de la iglesia sin quererlo. ¿No haría todo lo posible para alejarse?

Así pues, desde hace un tiempo vengo pensando en una manera de consumar mi divorcio total para con la iglesia. Si seguimos la lógica de Fernando Vallejo, mi divorcio tendría hasta marco legal, pues para el escritor colombiano la iglesia católica es una Puta (con mayúscula), y en las leyes vigentes de México, la bigamia, el adulterio y demás “excesos” son motivo de terminación matrimonial. Para mí esta Puta de Babilonia, no hace méritos para ese nombre, no merece ostentar similitudes con las socialmente útiles meretrices, ni con cualquier criatura viva.

La iglesia sería en términos simples pura mierda, y ni siquiera eso, pues el excremento representa oportunidades de vida para ciertas especies de escarabajos y bacterias, que la reciclan y tornan materia fecal en sustancias nutritivas para el sustrato o incluso en pequeñas viviendas para sus crías.

Más acertadamente, la iglesia está hecha del mismo componente que el cerebro de los políticos mexicanos, un símil de la antimateria con propiedades degenerativas para cualquier otro compuesto que se le acerque.

He llegado a la conclusión de que la mejor medida para lograr esto es exigir mi excomunión, derecho que todo católico/cristiano tiene a su disposición cuando actúa en desacuerdo con los mandatos divinos, o mejor dicho, las conveniencias de las autoridades apostólicas, tan mundanas como la burocracia.

Lo bueno de los mitos y ritos judeo-cristianos es que junto con el boleto al cielo, que se paga en abonos chiquitos durante toda la vida como si de un electrodoméstico vulgar se tratase, uno tiene también garantizado un pasaje de ida, sin escalas, al Infierno.

Un lugar que de ser la mitad de hermoso a como lo dibujaba Doré, es digno de visitarse, sin mencionar por la cantidad de intelectuales y gentes interesantes que se fueron directo, por no arrepentirse en el último momento, como tantos pedófilos, asesinos y ecocidas que andan revoloteando allá arriba y defecando sobre nosotros, cuales pajaritos, su legado destructivo.

Lo malo, es que de la iglesia no se puede divorciar tan fácilmente. Por más similitudes que tenga con un servicio de correo basura o un banco, no basta con dar un clic para anular el recibimiento del spam, ni cancelar la cuenta para quedar totalmente expulsado de ella. Hay que cumplir con ciertos requisitos muy específicos, expresados en el derecho canónico, también conocido como el chueco dogmático.

Según los mochos, y el canon 1331 § 1, la excomunión es: la pena que excluye al reo de delito de la comunión con la Iglesia. El excomulgado entonces es privado de recibir los sacramentos, tener participación ministerial en la eucaristía o de desempeñar cargos ministeriales. Entre otros efectos se encuentran la imposibilidad de recibir “dignidades” por parte de la iglesia o el cese de cualquier pensión que esta otorgara.

Tales cuestiones no me preocupan, pues jamás he tenido vocación de párroco, el catolicismo más bien quita dignidad y hasta donde recuerdo, la iglesia no me ha dado pensión monetaria alguna, más me quitó cuando me obligaban a dar limosna en el colegio.

El excomulgado es visto como una bestia entre las ovejas, pues ante su presencia deberá suspenderse la eucaristía, hasta que lo saquen con trinches y antorchas, y carece de cualquier privilegio feligrés, como el magnífico derecho de divertir al morboso cura contando sus pecados más íntimos, o entregar a sus hijitos para que el ministro les inspeccione la virginidad.

En este canon, un compendio jurídico repleto de idioteces, torzones, elasticidades y agujeros, tal como la constitución mexicana que propone Fecalito, se mencionan como causas de la excomunión: profanación de la eucaristía, violencia física contra el papa, violación del sigilo sacramental, apostasía, herejía, cisma, aborto, violencia a un obispo, además de intentar oficiar misa sin licencia o de casarse siendo clérigo. Esto para la excomunión latae sententiate, o sea, en automático, rapidito, sin chistar.

Al consultar esta información me di cuenta, tristemente, de que no acumulo todas las condiciones para irme raudo al Infierno. Soy macho humano, he ahí que no he abortado, y por mi asco a los gérmenes del hombre jamás tocaría a un obispo o papa. Nuevamente, como cuando apliqué para convertirme en Gato Honorífico dejando de lado la condición humana, temí quedarme corto en los requisitos, ya que carezco de visión nocturna y no podría lamerme todo el cuerpo aunque lo intentara de verdad.

Revisando de nuevo, me encuentro culpable de herejía, apostasía y de cisma. Tomando en cuenta que el catolicismo valida cualquier pequeñez para condenar a otros me encuentro candidato viable para la excomunión.

Por motivos de la crisis económica que atraviesa el mundo me privo de organizar una celebración para este acontecimiento. Sin embargo esta tragedia no me priva de redactar formalmente una carta al papa y a todos los beatos poderosos que pueda para que me cumplan mi deseo de navidad adelantado.

Con toda la contumacia me dirijo al pontífice Benedicto XVI así:

“Estimado Papa Benedicto XVI:

Por medio de la presente y dando uso a mis derechos como católico registrado, mas no creyente, exijo mi excomunión.

De la manera más atenta le solicito utilice sus potestades como ministro supremo de la Iglesia Católica para separarme formalmente de la citada institución, que ha mostrado a través de la historia ser un medio de control político y psicológico que actúa con vileza y dolo para someter a la humanidad a un dominio totalitario, sea por medios físicos o mentales, como la Inquisición, los Autos de Fe, o el amedrentamiento, chantaje y amenazas con males eternos.

Estos medios, ideas, actos y atentados continuos contra los derechos individuales y la libertad de pensamiento, me llevan a discrepar con las políticas de la empresa a la que usted representa, a la vez que refuerzan mi decisión de rechazar los sacramentos y cualquier afiliación simbólica con su deidad, culto, dogmas, religión o derivación de estos.

En esta carta expreso mis posiciones filosóficas sobre la existencia materialista del universo, mi adopción de la teoría evolutiva, mi uso personal de anticonceptivos, mi posición favorable frente al aborto, mi beneplácito ante la igualdad entre animales y humanos, mi negación a la existencia de cualquier mesías, deidad, paraíso, o acto milagroso que su religión promociona. Tales ideas representan herejía, cisma y apostasía, causas terminantes para mi excomunión ad latae sententiate, según el canon 1331 del derecho canónico.

Así mismo me permito recordarle la participación de su Iglesia en genocidios, como las Cruzadas, el asesinato de los albigineses en Beziers en el año de 1209, la cacería mundial de brujas y los cometidos durante los períodos de funcionamiento de las diferentes Inquisiciones. Además cito la inercia de su institución ante el genocidio Nazi, hecho en que los miembros de su iglesia fueron cómplices, como el arzobispo Jagger de Paderbron, el obispo Wethmann y el obispo Rarkowski, todos elogiadores de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.

Menciono también el apoyo eclesiástico destrucción de las culturas nativas durante las invasiones conquistadoras a América, donde sus pastores hicieron todo lo posible para eliminar terminantemente cualquier rastro de cultos indígenas, a la vez que destruyeron físicamente restos históricos y expresiones artísticas creados por aquellos seres humanos.

Todas estas evidencias documentadas contradicen los valores de su fe, y me impulsan a pedirle que con la mayor urgencia pronuncie, redacte o haga lo necesario para que mi excomunión entre en vigor lo más pronto posible.

Me considero ateo, agnóstico, no-creyente, blasfemo y he consagrado parte de mi obra escrita a cuestionar, y acaso desmentir, los dogmas y enseñanzas de su mesías, que su creencia maneja como ciertos e inmutables.

Por todo lo expuesto y demás razones exijo ser excomulgado de su iglesia, cesado de todo título católico, y de ser posible borrado de las listas de control que puedan tener en su poder como institución mundial.

Finalmente le envío un cordial saludo y quedo de usted, esperando su respuesta.

.C.”

En verdad si con esto no me excomulgasen, tendría que proceder a actos menos corteses, como el vandalismo contra las iglesias. Estas acciones si bien suenan como potenciales liberadores de endorfinas y aventuras osadas que alzarían mi ego, son un peligro vital, pues la sensación de bienestar filosófico terminaría en cuanto encendieran la hoguera en el atrio de la catedral local.

Por supuesto, reciba o no respuesta a mi petición seguiré escribiendo contra la “Puta de Babilonia”, la “Hemorroide del Mundo”, hasta que me aburra del tema o venga el Apocalipsis. Dios dirá.

P.D.

Por disposiciones en las leyes burocráticas eclesiásticas, que se adjudican todos los bienes del mundo, hasta la información, ningún apóstata (o renegón de la fe) puede darse de baja de la secta a la que pertenece.

Esto es una violación directa al derecho de Protección de Datos, que se aúna al carácter de posesión material que los mochos creen tener sobre cualquier humano inscrito en sus listas, sin embargo, como todas las idioteces bíblicas ha de tomarse a risa, pues reitero es como permanecer registrado en las agendas de envío de correos basura sobre viajes a Disneylandia y Viagra a mitad de precio.

Les dejo el mail del papa por si desean enviarle un saludo afectuoso y felicitarlo por su descubrimiento certero de la existencia del infierno:

benedettoxvi@vatican.va

Para Gato Clonado (válgame la blasfemia)

Cef Vil

.C.

Aviso:

Si algún percance inexplicable, milagroso o destructivo le sucediese a este blog a su autor, responsabilizo a cualquier grupo fanático católico-cristiano, mexicano o de cualquier nación por todos los daños y prejuicios. Léase Opus Dei, Legionarios de Cristo, satanistas o cualquier secta cristiana que exista.

sábado, 6 de diciembre de 2008

¿Y esos cuentos qué?

Hace unos días publiqué dos cuentos de amigos cercanos y dos míos en el blog. Y aunque pareciera que lo hice por soberana y redundante pereza creativa, me permito esclarecer su presencia en el Gato Clonado.

Como ya sabrá (o sentirá) usted querido lector, la crisis económica hace estragos en el bolsillo internacional, terminando de deshilachar los precarios parches en los diminutos monederos mexicanos.

Todas las clases sociales resienten el golpe, sea en cosquillitas bajo los pies como los potentados, o en electroshocks genitales como los sectores medios y populares.

La cosa está más dura que nunca, tan dura que obliga a muchos a robar para conseguir el sustento básico.

Este feísimo acto de la cleptomanía no se limita a las clases humildes, corren rumores infamantes de que algunos divinos empresarios mexicanos roban al erario público haciéndola de funcionarios y que curas católicos llevan siglos hurtando a la sociedad con impuestos culposos llamados diezmo.

!Hasta de profesores con doctorado se dice que hurtan trabajos ajenos para sortear la necesidad!

Sin embargo en su caso la urgencia no es alimenticia, sino puramente económica, pues los proyectos robados se destinan a sostener las becas que ciertas asociaciones otorgan a investigadores, con bonos de modestos $15,000 para el que mantenga una vida académica activa.

El robo acaso es entendible pues... ¿Cómo van los pobres maestros a sostener una vida sana al tiempo que dan clases y preparan investigaciones arduos como curas escribiendo sermones, todos ajetreados sin poder idear proyectos originales para retener sus insumos extra?

La verdad lo ignoro, y no me importa. Pero dado el hecho de que estos cuentos fueron utilizados para un proyecto escolar, me vino la gran idea de publicarlos en internet, para que al menos estuviesen protegidos por las legislaciones de Creative Commons.

Irónico, sí. La red es la tierra sin ley donde la piratería supera al libre comercio y los plagios se hacen con dos clicks, copy/paste, sin embargo es un alivio temporal durante el cruento proceso de inscripción de las obras en la ley de derechos de autor mexicana.

Podría parecer excesiva la medida, ingenua incluso, pues el robo de trabajos en la comunidad académica local es tan solo un rumor, o al menos un hecho que no se filtraría tan fácilmente. Además nadie en sus cabales plagiaría cuentos de estudiantes, mas, cabe mencionar que los doctores cleptómanos pocas veces pueden catalogarse de cuerdos.

Sea como sea, hice ya gala de paranoia y orgulloso de ello, complemento este post aclarativo publicando algunos de los gráficos que acompañaron estos cuentos en el proyecto denominado "Si yo te contara", una colección de cuentos bizarros, compilada con el objetivo utópico de promover la lectura entre los mexicanos.

Aquí la portada...
























El cartón ilustrativo para "Dos Techos"...
























Y la imagen para el cuento "¿Por qué le festejan?"



























Para Gato Clonado

.©.

Patente en trámite bajo la ley de derechos de autores maníaticos, se prohíbe su reproducción o clonación total o parcial en burdeles, plataformas espaciales, carreteras, manicomios o cualquier trabajo escolar o profesional perezoso.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Algunos cuentos...

Algunos cuentos míos y de amigos...

La cuidad de las orquídeas


El reloj marco las 7. Marco esperó como siempre en el camino contiguo al café. Mirando el paso de la gente que atravesaba la avenida, buscando en cada rostro los rasgos definitivos y las manos correctas. De repente la vio, de la mano al bolso, apurada y distraída por las sombras del atardecer. Marco pensó que era el momento ideal para abordarla y robarle el nombre de una buena vez, ya tomada la decisión se aventuro empujando a la gente y se acercó hasta ella, tan cerca que pudo casi olerla. Cuando la tuvo de frente sintió un tremendo golpe en el estomago y calló al suelo. Al despertarse estaba en el piso de la cocina, el efecto de la dosis había pasado, era la tercera ves que se quedaba tan cerca de lograrlo, apretó los dientes y se fue quedando en silencio pensando en como recolectaría el dinero suficiente para la siguiente noche y proseguiría su visita al país de las orquídeas.

Las avenidas destilaban el olor a mayo, las flores que colgaban de los puentes adornaban toda la ciudad, mientras Marco espiaba la gente que caminaba de salida a la avenida central. La dosis de esa noche había costado mucho, no quedaba más que vender o empeñar en casa, el cuerpo delgado y las ojeras indicaba la mala vida que los últimos meses se había vuelto una obsesión, a igual que esa extraña mujer que recorría las avenidas después de las 7.

Marco no se dio cuenta como inicio su afición a la heroína, pensaba para si mismo que si era posible conocer a la extraña mujer de las 7 en el mundo de los sueños, entonces seria posible quizá que ella también existiera en el mundo real, era factible entonces hacer la larga búsqueda a través del estado de sumersión provocado por el efecto de la heroína, una vez logrando el primer contacto seria mucho mas fácil encontrarla en el mundo real.

15 minutos habían pasado desde la campanada de las 7, Marco estaba impaciente, la preocupación por el desvanecimiento del efecto volvería inútil el viaje de esa noche.
Repentinamente la vio saliendo por la escalera, corrió de nuevo hacia ella, tocó suavemente su hombro, y sintió como su rostro volteo hacia él. Por fin conocería su rostro, pensó Marco emocionado. Súbitamente el vació y el dolor de su estomago se hizo presente, su tiempo en el país de la orquídeas había terminado.

La barba estaba sucia, y su silueta por más esquelética y triste, Marco se observaba en el reflejo del aparador de la farmacia, apenas y se reconocía a si mismo, pero eso ya no importaba, todo su empeño estaba puesto en conocer a la mujer de las 7, aunque fuera lo ultimo que hiciera.

El arrendador nunca tuvo una buena relación para con Marco, y esa mañana le advirtió sobre el adeudo por el pequeño cuarto que ocupaba… ya tenia dos meses de retraso. Esa misma tarde lo desalojaría según sus propias palabras. Cansado y pensativo Marco tomo algunas cosas y las metió en su mochila, un par de fotos, algunos libros y el viejo reloj de su madre, quizás alguien le daría un poco de dinero para comer algo, o en el mejor de los casos lograría conseguir lo suficiente para su boleto nocturno a la ciudad de las orquídeas.

Bajo el puente, vagabundos y perros comparten calor, vidrios y agujas cubren el suelo como adorno perfecto para el picadero, Marco se había jurado jamás visitar un lugar así,
Pero el frió y su reciente situación de desalojo no le permitía alguna alternativa más.

El viejo reloj de su madre le valió una buena dosis, una jeringa en el piso parecía en buenas condiciones, y aunque muchas veces le advirtieron sobre no comprar heroína en esos lugares por su baja calidad, para Marco no había diferencia.

El piquete fue rápido, la sensación de adormecimiento subió por su brazo directo al corazón, Marco sintió como sus pasos lo llevaban de nuevo a la ciudad de las orquídeas.
Eran mas de las siete, una mujer salía de la avenida para abordar un taxi, miró hacia atrás en un par de ocasiones como si buscara a alguien entre la gente con un aire de melancolía.

Marco cruzó la avenida tan rápido como pudo, la mirada de la asombrada mujer se clavo en sujeto mal rasurado que corría hacia ella. En silencio ambos se contemplaron por un largo rato, como si fuera el comienzo de una vieja película a blanco y negro. Marco esta vez no sentía la preocupación del abandono de los efectos de la heroína, o de despertar en el piso del puente, esta vez era diferente, podía perderse en la mirada de su extraña mujer, las personas que pasaban a su lado lo saludaban y sonreían, su nacionalidad como habitante de la ciudad de las orquídeas le daba una rara satisfacción y una incomprensible melancolía que no comprendía pero tampoco necesitaba hacerlo. Ahora tenía una vida para robarse las flores de las avenidas, para buscar a su amante cada tarde cuando el reloj diera las 7, para atravesar la ciudad y visitar los cafés en un clima de perpetuo otoño, en un lugar donde nadie envejece, donde la jeringas solo son una sonrisa por la piedad, donde a nadie le importa el cuerpo frió de un vagabundo que flota a la orillas de un rió, bajo un puente atestado de basura que la sociedad llama estadísticas. Mientras exista un hombre que sueñe y no tenga miedo a no despertar existirá una larga avenida que lleva a la ciudad de la orquídeas.



Cuentillo

Por Cef Vil

Antes de que se acabe un cigarro he de contaros el encuentro
impensable demorarnos, la boquilla es una mecha
y mi cabeza una bomba de tiempo

con el loco interesado meneábamos el cuento
disuelto en el caldero condimentado con las hormigas
del nerviosismo, revólveres de tuétano
y miasmas del hospicio

lo encontramos redactando y pasando el fósforo blanco

entre las manos de la percepción
un hombre cavernario tiene pasos de Odiseo
en su cueva renta los actos de Polifemo

este cuento atribuye la barbarie y salvajía
cuando frutas silvestres comía
lo reclutaron
en el día nuevo para una corporación
y lo llevaron a un show de ansiosa audiencia

de mono lo vistieron,
con corbata y de electro-shocks sombrero
para que no equivocara las sonrisas ni los ademanes

y lo compraron los alemanes para hacer experimentos
de la barba los vellos reciben tintes
y los cosméticos intravenosos
observad si los resiste

lógica le dieron en suero de Platón,
Trasimaco y Fedro

contuvieron su inanición

lo llevaron al Louvre
(Museo)
de lado a Rafaello
cuando con los dedos revolvió el ketchup
de la comida engrudo

y lo inmortalizaron los medios al levantar las manos
llorando (nadie podía entonces ya sollozar)
cuando recordando el bosque se suicidó

hagamos triste Réquiem de Inmolación
para el cavernario y el cigarro
que por nuestras bocas pereció

.C.



Dos techos

Por Cef Vil

“A veces, el frío de una vida solitaria es mejor que el hediondo calor de una muerte colectiva”

Anónimo

Llovía una vez y bajo dos techos, uno humilde y otro ostentoso se refugiaban respectivamente un monje budista y un obispo católico. A sazón, llegó una multitud que agobiada por el chubasco, buscaba algún recinto para guarecerse.

Al verlos, el monje hizo señas para que se aproximaran, el obispo por su parte a gritos proclamaba que se acercaran al “refugio de dios”. Indecisa se encontraba la horda, el monje delgado y humilde parecía no ocupar espacio en su cobertizo, habría más lugar para ellos, por otro lado, en el refugio del obispo quien era rechoncho y de alegre rostro, había un fogón encendido, una caja de vino para consagrar que les llamaba tentadora y no existía la pequeña gotera que el techo del monje ostentaba, pues el tejado se hallaba taponado y abigarrado de papeles, antiguos a la vista.

No lo pensaron más, la muchedumbre se adentró con júbilo al santuario obispal y en tumulto se apachurraban por acercarse al fuego. Al ver esto, el monje se encogió de hombros, sonrió y regresó a la meditación, entre carcajadas y alabanzas el obispo daba la bienvenida a los fieles y lanzábale indirectas sarcásticas al budista.

Cantaban y bebían a la salud del monje, enervados los feligreses y su pastor por el vino bienhechor que aleja la zarpa del frío del cuerpo, el obispo prescindía los brindis y al mismo tiempo, procuraba los ataques de arrepentimiento masivos al verse sumido en el exceso, duraría esto un rato.

Arreció la lluvia, con mil voces acariciaba ambos techos la helada insistencia, y en su cadencia regular y el susurro del viento austral, los refugiados tiritaban temerosos. El budista desenvolvió un manto naranja, sencillo pero abrigador y se envolvió como una oruga en capullo de primavera; aquellos, los fieles católicos, afiebrados por los elixires etílicos y los cánticos que subían de tono, se empujaban con vehemencia para quedar al centro de la multitud, donde se concentraba el calor y donde, curiosamente, el obispo se había colocado con prisa ansiosa.

Sucedió esto rápido, sin aviso y revuelto en confusión. Algunos feligreses, los más, fervorosos en salmos y oraciones, empujaron al unísono al colectivo hacia adelante, ejerciendo así presión directa sobre el obispo, cuyo cuerpo en medio de juramentos y gritos impropios saltó por los aires cual corcho de botella agitada, rebotando en el techo y aterrizando poco después en el brasero ardiente.

No habría sabido el monje de lo ocurrido, a no ser por los aullidos agónicos del infeliz párroco, envuelto en llamas e implorando inútilmente por ayuda a sus atolondrados feligreses quienes le miraban casi fascinados con el instinto asomando por los ojos, como un animal sorprendido por el fuego. Ya corría el budista, luchando con el manto que le ceñía hasta soltarse, a recoger el pequeño cubo lleno de agua que se encontraba bajo la gotera, cuando el obispo, lanzado poco antes por los fieles a la intemperie exhalaba su último aliento, extinguiéndose con lentitud bajo la lluvia y arrastrándose, cual si fuese un caracol de obsidiana aletargado.

Acongojado, y casi alterado miraba el monje a la muchedumbre, quienes austeros se observaban estúpidamente unos a otros sin saber, si correr cada uno por su cuenta y en que dirección o ignorar el hecho y continuar arremolinándose en torno al brasero, victimario de su finado protector.

Optarían por el pánico, moviéndose al unísono y sonando las cabezas en el choque continuo de cráneos y en violenta desesperación. Algunos, los más, tratando de salir al mismo tiempo del refugio, que angosto les quedaba por cierto, a empujones impulsaron una parte de la masa contra los pilotes posteriores del refugio, en los que varios fieles habrían quebrado sus cabezas al momento del impacto (quedando ensangrentados pero peculiarmente no heridos de gravedad), haciéndole vibrar y crujir amenazadoramente como la barriga de una fiera hambrienta.

Ya gritaba el monje, precauciones a los incautos, cuando en un segundo embate, los feligreses derribaron el pilote izquierdo de lleno, haciendo así que se partiese el derecho y que toda la estructura agotada por el peso inútil del techo, cubierto de Biblias y volantes de propaganda y por la idiotez de sus huéspedes, se desplomara en un sordo y hosco gemido, sobre sus cabezas, sumiéndoles en la tiniebla polvorienta de una muerte siniestramente hilarante.

El budista no rió, no incrédulo mas sí consternado, se apresuró a quitar escombros con prodigiosa agilidad, tratando de rescatar cualquier ser vivo que no hubiese expirado bajo la presión del techo y los demás cadáveres. No tendría suerte pues, asombrado veía como los sobrevivientes lejos de querer salir se aferraban a las manos muertas de sus compañeros, amigos y familiares besando con insana vehemencia los rostros deformes por las fracturas mientras negaban enloquecidos la existencia de su dios y su misericordia.

Enternecería esto al monje, quien respetando el duelo no lucharía contra la rigidez del abrazo final, a la vez sin comprender la necedad de los caídos y su desesperación por la “muerte”, que para él, según la enseñanza del Iluminado era tan solo la transición momentánea del alma a otra forma mortal. “Tantas lágrimas no restituirán ni los años que pudieron haber vivido después, ni la existencia, ya devuelta a la tierra, de sus congéneres”, pensaba el monje para sí.

Había amainado la tormenta, y con delicadeza, las flores sostenían sonrientes lo que el cielo embravecido habríales dejado en gotas pequeñas de agua, la fresca manifestación de una furia ya durmiente. El arco iris secular y majestuoso, exhalaba sus siete colores, plumas enjoyadas de un dragón pacífico y los árboles libres y rejuvenecidos se saludaban frotando sus hojas con el vaivén del viento de la tarde.

Se preguntaba el monje, ¿cómo se habría sostenido la orquídea más humilde y no el refugio supuestamente tan bien construido del obispo?, no encontraría la solución de inmediato, en cierto sentido, la hallaría en la meditación cierto tiempo después, sin embargo, ya no llovía, se acercaría al cubo y con una pequeña taza bebería lentamente un poco del agua pura venida del cielo, le agradecería al mismo por su benevolencia, colgaría su manto mojado en el cobertizo enterrando después el cuerpo del obispo y volvería a su tranquila existencia.

Allá en la Naturaleza todo pasaba, como si no hubiera sucedido nada.

.C.


¡¡¿¿POR QUÉ LE FESTEJAN??!!



-¡¿Dónde Estoy?!... ¡¿Por qué está tan oscuro?!... ¡¿Qué es todo ese ruido?!-pensaba, ¡Una luz!, ¡Debo salir de aquí!
Al salir se encontró rodeado por muchas personas que observaban y aplaudían desde una especie de gradas, se acerca un hombre hacia él.
-¡¿Qué quiere de mí?!... ¡¿Por qué se acerca?!- pensaba angustiado.
El hombre hizo una seña dirigiéndose a la multitud y aparece una “manta” roja en su mano.
-¡¿Qué piensa hacerme con esa cosa roja que mueve?! , ¡Me quiere atacar!... ¡NO LO PERMITIRÉ!- Entonces se lanza con la intención de golpear a la supuesta manta que el hombre movía para esquivar su ataque, a lo que la gente respondía con un grito unísono que decía: ¡¡¡¡OOOOLLEEEE!!!!
Y así fue durante varios minutos hasta que él se canso de defenderse y agotado se detiene para tomar un poco de aire; entonces el hombre se dirige su figura hacia la muchedumbre que le aplaude. ÉL pensó en aprovechar el momento para atacar pero no tenía fuerzas para hacerlo, mientras pensaba esto aparece una especie de sable detrás de la “manta” que el hombre levanta de forma amenazante.

-¡¿Qué piensa hacerme?!- Diciéndose mientras jadeaba debido al el enorme cansancio- ¡¡¡ESTÁS LOCO SI PIENSAS QUE ME DEJARÉ!!!-Intentó defenderse, pero sólo consiguió ser ensartado por ese sable que le causó un inmenso dolor, el más intenso de su vida.

-¡¡¡MALDITO!!!.. ¡¡¡NOOOOO!!!... ¡¡¡AYUDENME POR FAVOR!!!.. ¡¡¡NO VEN QUE ME ATACÓ!!!.. ¡¡¡POR QUÉ LE FESTEJAN!!!.. ¡¡¡DIOS MIO!!!.. ¡¡¡NNNOOOOOO!!!.. ¡¡¡ME MUEROOOO!!!
Fue lo último que dijo sin recibir alguna respuesta y comenzó a desvanecerse pensando en que moriría pero, escucha una voz a lo lejos que le dice:

-Son las 9 mi amor… ¡Ya es hora! ¡Levántate o se te hace tarde para ir a la plaza!- El hombre despierta confundido y todavía asustado y decía:

-Fue un sueño… todo fue un sueño… Dios… ¡Que horrible!
-Tu traje está es el closet mi cielo- decía una dulce voz.

Consternado, el hombre se dirige al closet y lo abre lentamente, adentro; estaba “un traje de luces” junto con su sombrero y zapatos típicos de un torero.