domingo, 11 de julio de 2010

Muerte y Vida del Invernadero Holográfico


Querido lector:


Ni hablar, la verdad estos meses han sido un tanto magros en lo que a ensayos se refiere y muchas ideas se me fueron por el resumidero en las recientes lluvias que más que regar el pensamiento hicieron del charco en mi patio un pequeño lago para que nadasen las melancolías.


Mi primera, y espero única, profesión siempre ha sido la de hacerle de poeta, así que a continuación un poema:




Muerte y Vida del Invernadero Holográfico


La sequía en el invernadero

de flores exceso para recostarse

demasiado cómodo el suelo, demasiado efectivo el placebo

que no precisa esfuerzo para cosecharse


dopadas las raíces, los tallos como los miembros

se atrofian anudados a una vara, el sostén

circunda envidioso, avaro, dosel

no permite caiga luz a los tallos venideros


viene albino jardinero, cirujano mezquino

a extirpar los brotes de hierba silvestre

mutila espinas, demuele madriguera del insecto vecino

para que no polinice los inconvenientes


seres a su catálogo ajenos

guillotina con tijera y barreno

inunda el pesticida de la quema controlada

embrutece crecimiento, anestesia de lluvia dosificada


cama de follaje, camastro hospitalario

debajo de las huestes de hojas y pétalos aromáticos

un páramo de lepra, exilio de lo no catártico

donde los piadosos caracoles devoran los brotes de osario


polvo negro suavizado por coloridos hologramas

tímido alegro de trópico falsificado

pájaros incubados en cañones de neón, metálicas ramas

rezuman trinos seleccionados para transmitir calma


anochecen paneles de vidrio con tinturas púrpuras

la luna de perfecta redondez, sin cráteres, calculada circunferencia

estrellas uniformes de cantidad por preferencia

formarán constelaciones, siguiendo órdenes lúcidas


tienen horario los jazmines, para silbar fragancia

solamente cuando alguien escucha, el vapor anímico

desde el capullo, tubo de ensayo, antisépticos químicos

grillos contratados, salen de sus jaulas


para remedar su viejo canto, con melodías de sinfonola

ecualizados a la medida, con el clima, la humedad

que escupen atomizadores, con orquídea por disfraz

osamenta de níquel que viste primitiva estola


aleteando al viento incorrecto por metódico

dragón castrado que expulsan a desfilar ventiladores

le obligan a pastar de mesurados olores

le niegan el sabor del polen, lo duermen a la fuerza en vaso canópico


inofensiva brisa fresca, o vendaval vigorizante

llovizna del estío fragante, otoñal frío entrañable

florecimiento frutal o pasto vespertino

etiquetas manuscritas bajo los botones del panel límpido


dominio en el invierno psicodélico de cristal cortado

donde aún florecen buganvilias y tigridias de polímero

nievan partículas repetitivas, copos binarios

hasta que recalientan las bombillas ámbar del sol efímero


cuelga un juguete móvil de coherente refracción

banda de prismas que llaman arcoíris, los dueños

par de homínidos, a toda materia viva alérgicos

sentados tras una vitrina, deleitados por la perfección


regularidad, geometría geológica geotérmica,

control remoto en mano pueden comandar una erupción

volcán de serpentinas, plasma y gruñidos pregrabados

que al momento apagan espantados, vuelve el escenario a la quietud genérica


viene jardinero, con actualizaciones por paquetes,

modelos bestiales desde ranas hasta quimeras

gorilas carniceros, dragones de piedra

monos cirqueros, simulador de cacería incluido, con el que los homínidos se divierten


venta de virtual muerte, simulación sin cadena alimentaria

replicantes hologramas agonizan y vuelven

prestos para ser presas, en circense parafernalia

mirando la sangre, carmín de luminarias, los humanos extáticos se retuercen


hasta que ocurre en el sistema la esperada falla

pudieron enfrascar lisiada naturaleza en pecera egoísta

pero jamás detuvieron la deformidad catastrofista

de la guerra, errata genética, proclividad a la batalla


un hongo colosal, no simulado, se dibuja en su horizonte líquido sonrosado

y mientras intentan, maldiciendo, apagarlo con el mando remoto

los calcina el aleteo de fuego, los fractura el terremoto

silencio releva el grito electrónico de sus pájaros anónimos


latido de estrella embriónica, digiere la ciudad armónica

caen las cúpulas, los muros implotan, las puertas se abren a llamaradas

que trepan riendo por las escaleras, con velocidad de mortandad eufórica

grata por su rapidez, por su imparcialidad, de programación emancipada


atardece en el jardín, derretido y roto, aún animado por su itinerario

entre las telarañas de fibra óptica, que fueran flores y plumajes

fluye linfa de luciérnagas, mezclada con amanecer de primavera y sangre de minotauro

los troncos curvos liberan lluvia de aromas, el viento dragón huye, libre de su cristalino anclaje


cacofonías estacionales rebotan entre las ruinas,

mensajes de jibia y camaleón pintan las azoteas

vivas parecieran, encitas de musgo y medusas esquivas

magnetizan pequeñas miradas, de escarabajos y polillas viajeras


con ligeros átomos de vitalidad desde sus patas bombardean el estrato

ya libre de limpiezas, venenos, quemas y holocaustos

por primera ocasión en muchas traslaciones, cae real la lluvia

sin techo que la contenga, sin dosificador, sin filtros ni nombres


la luz cicatrizada de la luna anuncia

oportunidad a las semillas testarudas

mil veces muertas, mil y una germinan

se desperezan las malas hierbas


sacudiendo en cámara lenta las flores aserradas

en innuendo a los insectos para que las besen

que a la vez llaman aves, al festín, trayendo semillas en su entraña

con su canto tímido, invitan a los gatos de las alcantarillas, a que se acerquen


termina la simulación bufonesca, de la civilización afrenta

crecen hongos y tréboles sobre las osamentas, vuelven las bestias de carne, voluntad y hueso

el jardín incontrolable reemplaza al holográfico invernadero


.C.