Querido lector:
Ni hablar, la verdad estos meses han sido un tanto magros en lo que a ensayos se refiere y muchas ideas se me fueron por el resumidero en las recientes lluvias que más que regar el pensamiento hicieron del charco en mi patio un pequeño lago para que nadasen las melancolías.
Muerte y Vida del Invernadero Holográfico
La sequía en el invernadero
de flores exceso para recostarse
demasiado cómodo el suelo, demasiado efectivo el placebo
que no precisa esfuerzo para cosecharse
dopadas las raíces, los tallos como los miembros
se atrofian anudados a una vara, el sostén
circunda envidioso, avaro, dosel
no permite caiga luz a los tallos venideros
viene albino jardinero, cirujano mezquino
a extirpar los brotes de hierba silvestre
mutila espinas, demuele madriguera del insecto vecino
para que no polinice los inconvenientes
seres a su catálogo ajenos
guillotina con tijera y barreno
inunda el pesticida de la quema controlada
embrutece crecimiento, anestesia de lluvia dosificada
cama de follaje, camastro hospitalario
debajo de las huestes de hojas y pétalos aromáticos
un páramo de lepra, exilio de lo no catártico
donde los piadosos caracoles devoran los brotes de osario
polvo negro suavizado por coloridos hologramas
tímido alegro de trópico falsificado
pájaros incubados en cañones de neón, metálicas ramas
rezuman trinos seleccionados para transmitir calma
anochecen paneles de vidrio con tinturas púrpuras
la luna de perfecta redondez, sin cráteres, calculada circunferencia
estrellas uniformes de cantidad por preferencia
formarán constelaciones, siguiendo órdenes lúcidas
tienen horario los jazmines, para silbar fragancia
solamente cuando alguien escucha, el vapor anímico
desde el capullo, tubo de ensayo, antisépticos químicos
grillos contratados, salen de sus jaulas
para remedar su viejo canto, con melodías de sinfonola
ecualizados a la medida, con el clima, la humedad
que escupen atomizadores, con orquídea por disfraz
osamenta de níquel que viste primitiva estola
aleteando al viento incorrecto por metódico
dragón castrado que expulsan a desfilar ventiladores
le obligan a pastar de mesurados olores
le niegan el sabor del polen, lo duermen a la fuerza en vaso canópico
inofensiva brisa fresca, o vendaval vigorizante
llovizna del estío fragante, otoñal frío entrañable
florecimiento frutal o pasto vespertino
etiquetas manuscritas bajo los botones del panel límpido
dominio en el invierno psicodélico de cristal cortado
donde aún florecen buganvilias y tigridias de polímero
nievan partículas repetitivas, copos binarios
hasta que recalientan las bombillas ámbar del sol efímero
cuelga un juguete móvil de coherente refracción
banda de prismas que llaman arcoíris, los dueños
par de homínidos, a toda materia viva alérgicos
sentados tras una vitrina, deleitados por la perfección
regularidad, geometría geológica geotérmica,
control remoto en mano pueden comandar una erupción
volcán de serpentinas, plasma y gruñidos pregrabados
que al momento apagan espantados, vuelve el escenario a la quietud genérica
viene jardinero, con actualizaciones por paquetes,
modelos bestiales desde ranas hasta quimeras
gorilas carniceros, dragones de piedra
monos cirqueros, simulador de cacería incluido, con el que los homínidos se divierten
venta de virtual muerte, simulación sin cadena alimentaria
replicantes hologramas agonizan y vuelven
prestos para ser presas, en circense parafernalia
mirando la sangre, carmín de luminarias, los humanos extáticos se retuercen
hasta que ocurre en el sistema la esperada falla
pudieron enfrascar lisiada naturaleza en pecera egoísta
pero jamás detuvieron la deformidad catastrofista
de la guerra, errata genética, proclividad a la batalla
un hongo colosal, no simulado, se dibuja en su horizonte líquido sonrosado
y mientras intentan, maldiciendo, apagarlo con el mando remoto
los calcina el aleteo de fuego, los fractura el terremoto
silencio releva el grito electrónico de sus pájaros anónimos
latido de estrella embriónica, digiere la ciudad armónica
caen las cúpulas, los muros implotan, las puertas se abren a llamaradas
que trepan riendo por las escaleras, con velocidad de mortandad eufórica
grata por su rapidez, por su imparcialidad, de programación emancipada
atardece en el jardín, derretido y roto, aún animado por su itinerario
entre las telarañas de fibra óptica, que fueran flores y plumajes
fluye linfa de luciérnagas, mezclada con amanecer de primavera y sangre de minotauro
los troncos curvos liberan lluvia de aromas, el viento dragón huye, libre de su cristalino anclaje
cacofonías estacionales rebotan entre las ruinas,
mensajes de jibia y camaleón pintan las azoteas
vivas parecieran, encitas de musgo y medusas esquivas
magnetizan pequeñas miradas, de escarabajos y polillas viajeras
con ligeros átomos de vitalidad desde sus patas bombardean el estrato
ya libre de limpiezas, venenos, quemas y holocaustos
por primera ocasión en muchas traslaciones, cae real la lluvia
sin techo que la contenga, sin dosificador, sin filtros ni nombres
la luz cicatrizada de la luna anuncia
oportunidad a las semillas testarudas
mil veces muertas, mil y una germinan
se desperezan las malas hierbas
sacudiendo en cámara lenta las flores aserradas
en innuendo a los insectos para que las besen
que a la vez llaman aves, al festín, trayendo semillas en su entraña
con su canto tímido, invitan a los gatos de las alcantarillas, a que se acerquen
termina la simulación bufonesca, de la civilización afrenta
crecen hongos y tréboles sobre las osamentas, vuelven las bestias de carne, voluntad y hueso
el jardín incontrolable reemplaza al holográfico invernadero
.C.
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