miércoles, 19 de marzo de 2008

Juno o la Inteligentsia Actual

Usualmente no escribo críticas fílmicas, hasta ahora no me he aventurado en el terreno analítico del celuloide, pues carezco de instrucción técnica en cuanto a fotografía o lenguaje cinematográfico. Si por algún motivo decidiese dedicar mi tiempo a escribir críticas de cine, me remitiría a observar el trabajo de directores como Stanley Kubrick o Akira Kurosawa. Hombres dedicados a estilizar y nutrir el séptimo arte, no consagrados a las ganancias ni al éxito global, si bien lo consiguieron por la original maestría que manifestaron al mundo a través de la pantalla.

Jamás escribiría un estudio sobre una obra mediocre como “Juno”, contradicción monumental en la industria, al grado de ganar el Óscar 2008 a mejor guión, cuando evidentemente esa es la parte más débil e insulsa, por no decir antiestética, grotesca del film.

Hago una excepción en este comentario, debido a la trascendencia que considero ostenta “Juno”, no como un producto de arte, o bien entretenimiento, sino como el testimonio que su construcción simbólica y argumento expone. Representa un engrane importante en la maquinaria ideológica operada por los países y empresas en el primer mundo. Quien habla del cine como un esparcimiento, una oportunidad de socializar, pasar un buen rato observando un conjunto de escenas fugaces, incluso olvidables, se miente a sí mismo.

Tal comentario evidencia la grave falta de consideración proyectada ante el mensaje de una película. Se cree que la ficción es lo inexistente, cuando evoca pertinazmente no lo imposible sino lo que puede ser. Bajo la luz, los efectos especiales y actuaciones se deslizan alegorías concientes de visiones individuales, compuestas a su vez de pensamientos concisos sobre asuntos existenciales que concerniendo al espectador, influenciando sutilmente su criterio. Cada filme denuncia una realidad particular, extraída del mundo circundante.

A la sazón puede citarse el impacto que James Dean provocó en la vestimenta juvenil de los años 50’s, al establecer un estereotipo en “Rebelde sin causa”. Película a la vez inspirada en el “El Salvaje”, donde Marlon Brando entallado en pantalón de mezclilla y chaqueta de cuero, lideraba un grupo de jóvenes motociclistas. Basta decir que el celuloide puede equipararse a la celulosa, pues una película es una influencia tan poderosa como un libro.

Por ello es pertinente diseccionar la propuesta de “Juno”, presentada como ideal cierto y aceptable, como la orden directa que hemos de acatar desde la segunda oficina gubernamental suprema de EE.UU.: Hollywood.

Se asume, considerando las impecables críticas e iluminadoras descripciones que venden la cinta, que “Juno” retrata la vida y peripecias de una adolescente cuya inteligencia supera a la de sus coetáneos, dotada de agudeza crítica, amplio vocabulario además de un breviario cultural que avergonzaría a pedantes y pomposos intelectuales como Goethe o el tal Albert Camus.

Es ella una iluminada cuyo embarazo no deseado acentúa el nihilismo heroico que la mantiene en una lucha constante contra la mediocridad y el colectivismo, mientras en poética (o incomprensible) manera duplica las conductas más significativas de estos vicios modernos, como la indecisión y el desdén.

El caudal de sus conocimientos se ve modestamente resumido en menciones a filmes gore de Dario Argento, profundas frases de programas televisivos y películas clasificación “B”, contando otras cultas joyas, desde metáforas para denominar partes sexuales, que no se confunda por favor con los antiestéticos albures, hasta un amplio entendimiento en marcas de guitarras, sin mencionar un refinadísimo gusto por las historietas. Otras dotes sapientes se omitieron, aparentemente, del guión con el fin de no acomplejar al espectador ignorante promedio.

Juno acota siempre en un sarcasmo tan refinado, que solamente puede percibirse por oídos profanos como un tonillo de voz similar a un constante y penoso pujido, utilizado también por otros eruditos, sean conductores de programas en MTV, artistas juveniles, o prodigios de la música pop. Esta delicada inflexión vocal, tonta e injustamente se puede confundir con defectos del habla y daño cerebral severo.

No se puede describir íntegramente a esta nueva Atenea sin hacer mención de su distintiva capacidad crítica. Con tan solo escuchar el apellido de una persona, puede identificar la ascendencia e incluso vocalizar el acento de su país natal. Y esto no se interprete como velada xenofobia distintivo de la llamada “basura blanca”, no, es tan solo una de sus tantas capacidades asombrosas. Entre ellas sobresale el valor de Juno al caminar siempre contracorriente a través de los ojos juiciosos y empujones de los ignorantes, un ideal tan profundo que fue utilizado en numerosas ocasiones por los realizadores, quienes se vieron gustosos de repetir y repetir tomas con tal de alargar la duración de esta epopeya fílmica.

Dejando de lado la descarada parodia estética a “Little Miss Sunshine” amasada con la misantropía de “Daria” y sin decir que la película en cuestión es puramente otro bocado de excremento, metido a fuerza de mercadotecnia en millones de bocas con gusto atrofiado, afirmo que posee una importancia conceptual que la vuelve “interesante”. Claro está como interesante es el estudio de los cánceres y el coprolito.

Juno encarna a la perfección el ser inteligente y espontáneo que todo adolescente aspira ser. Pero es una meta reservada solamente para aquellos dispuestos a pasar al menos diez años de su vida observando 24 horas continuas de televisión por cable, practicar el juego de la asfixia hasta no poder manipular un picaporte sin ayuda, olvidar el molesto convencionalismo de reservar su agenda urinaria para sí y embarazarse lo más pronto posible, o considérese preñar a alguien en caso de ser macho.

Por otro lado personifica lo que muchos jóvenes actualmente ignoran ser: un torpe estereotipo carente de ideales, cuya identificación es un tanto ambigua pues se compone de resquicios populares de los años 80’s y 90’s. Su imagen procura la falsa seguridad propia, una nula introspección, la habladuría incoherente disfrazada de opinión mas exenta de mirada crítica genuina. Esta última atenuada tan solo por el efecto del consumo y el sostén inerte del borreguismo. Súmese a eso un comportamiento sexual irresponsable, una pizca de moda “emo” y Juno ya no es tan única ni especial.

Pero valientemente la obra es defendida por sus devotos como un filme inteligente, de los que ya no hay. Juno, dicen, es un relámpago de película con guión tan rápido que debe ser ingenioso y tan fluido que utiliza innumerables clichés para agilizar el diálogo, además regala al mundo un mensaje de optimismo ante una existencia decadente por consentimiento. Los críticos “profesionales” están a punto de asegurar que ni David Lynch pudo haber escrito un mejor guión. Lo cierto es que el creador de “Eraserhead” no podría soñar con un personaje tan triste como un imbécil pretensioso y superficial que cree tenazmente en su sabiduría, jamás sería capaz de materializar tanta ruina como este espantoso retrato de la vida juvenil que es “Juno”.

Tienen algo de razón en su defensa los numerosos fanáticos “junianos”, también la Academia Cinematográfica acertó grandemente al otorgarle el Óscar al mejor guión, aunque erró un tanto en la categoría. Quizás un antropólogo coincidiría conmigo en que esta película es la imagen detallada de lo que hoy en día se considera como “inteligente”. Bajo este concepto “Juno” es un producto valioso de realismo, es un documental.

Pensemos por un momento en cómo se determina la inteligencia de un ser humano hoy en día. Tomando por precepto el éxito externo, no el de los actores de televisión y cine quienes aún para las masas son completos imbéciles, sea pues el de quienes sobresalen por acciones mentales más que por el físico. En esta medida encontramos cualidades específicas que denotan la aparentemente superior cognición del individuo.

Se consideran inteligentes quienes ostentan: la capacidad de encubrir algún acto desfavorable con estafas y fraudes intrincados, la lengua más larga de preferencia más rápida que el pensamiento, dotes para insultar agriamente hasta que el prójimo pierda toda autoestima, profesionalismo en el chantaje o manipulación y el liderazgo, o bien el arte de liderar a un rebaño hacia precipicios para cumplir un objetivo personal. Enmarcando todo en una bonita fachada de confianza, construida con el recurso retórico de interrumpir comentarios ajenos con un volumen de voz excesivo y un empuje violento que tiene el fin de apabullar o aburrir al contrario, reduciéndolo al silencio, para quedar como el perenne “ganador”.

Por ello es que hoy en día la inteligentsia se compone de cínicos reporteros, mentirosos refinados a sueldo en puestos gubernamentales, pedestres comediantes cuya vulgaridad relampagueante esconde sinsentidos, pasando por infames líderes políticos, empresarios explotadores embutidos en trajes “que ya quisiéramos”, algunos “eruditos” de morbosa obra lúbrica (léase José Agustín) y una multitud de adolescentes gritones, soeces, violentos pero dotados de la divina capacidad para operar un ordenador y hasta crear un fotolog.

Atrás quedaron los anticuados murciélagos de biblioteca que pregonaban el uso de la conciencia y la literatura, no más de esos poetas sensibleros amanerados y altaneros, la élite culta se ha liberado de los filósofos defensores del obsoleto dogma de la “dignidad humana”.

Esas cualidades refleja el personaje de Juno, hija de una ex-bailarina desnudista, hoy talentosa guionista, y del patrocinio evidente de los confites Tic-Tac.

A pesar de todo, la capacidad intelectual superior de Juno resulta ser otra estúpida y evidente mentira si se contrasta con algo de racionalismo y con el acertado axioma de Papini que denuncia como neciamente se confunde el anómalo genio con el habitual ingenio, propio de los seres con la boca más grande que la cavidad craneana. Cabe mencionar que en este mundo si algo es creído por las masas y respaldado por las corporaciones se considera como cierto, y la subjetividad de la inteligencia se mide contrastando la profundidad de la estupidez que la circunda.

En tierra de las lobotomías el embólico es rey. Juno es pues un dantesco vistazo al criterio de la masa, es la endeble justificación del ideal resignado de las clases sociales bajas satisfechas de seguir bajo el zapato burgués con tal de mantener un vulgar orgullo a manera de refugio para su falta de voluntad. Justifica el declive juvenil estableciendo su máxima aspiración, única opción al materialismo, como la trivialidad, la filosofía de la televisión y la bella moraleja de que finalmente todo en la vida puede arreglarse, con algo de optimismo y amor. Esto incluye embarazos no deseados, problemas depresivos, vulgaridad compulsiva, xenofobia y mediocridad obligada.

Pero lo más espeluznante que demuestra esta película-documental de las deformaciones en los juicios populares, no es que una adolescente desaseada, pretenciosa y amante del cine violento sea el icono de la inteligencia moderna. El horror inicia cuando se llega a la conclusión de que, si Juno es considerada inteligente en esta dimensión… ¿cómo serán los genuinos idiotas que la colocan en tal posición?

Para el Gato Clonado

.C.

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