Desde que tengo memoria, hará de esto unos 18 o 19 años, me tienen a la fuerza atado a una asociación delictiva, que ha sostenido su larga permanencia en el mundo a base de robos, conquistas, destrucción de culturas a nivel mundial, erradicación de mercados competidores y la esclavización casi total de las criaturas vivas.
Y aunque parezca me refiero a un cártel criminal de narcotráfico o cualquier empresa transnacional con sede en Estados Unidos, más bien hablo de un órgano innecesario que contamina a todos los sistemas del cuerpo social localizado en el recto del mundo, el Vaticano.
Como ya habrá usted adivinado, hablo de la Iglesia Romana Católica Apostólica.
¡Qué va, si desde que no tengo memoria ni facultad de replicar, mis familiares me obligaron a “pertenecer” al rebaño de crédulos que a nivel mundial llevan la marca ganadera no con fuego, sino con agua!
Si se pregunta usted como demonios un ateo fanático está unido a la iglesia, sino es por la alergia filosófica que obliga a criticarla a diario, debo responderle que estas ataduras son simbólicas, y se conocen en la mitología cristiana como sacramentos. Estoy bautizado e hice mi primera comunión a los diez años, como es costumbre en este país bárbaro.
De ser escandaloso diría que estoy circundado por la pestilencia eclesiástica, llevo la marca leprosa del cristo, me envuelve la desgracia de ser miembro, inactivo pero al cabo entre las filas, de la institución nociva a la que debemos atrasos incuantificables en la ciencia médica, el arte y la bioética. No lo veo así, pues aceptar estas nociones sería sazonar con gnosticismo, cosa que igual me repugna, sin embargo siento la pequeña urticaria de saberme inscrito en los libros gordos de los contribuyentes del diezmo.
De estar metido forzosamente en el partido nazi o en la asociación nacional de rifles, ¿no sentiría usted una suerte de vergüenza por la proximidad hacia estos clubes infames de imbéciles violentos, necrófagos, totalitarios y segregacionistas? Imagínese como se siente estar cerquita de la iglesia sin quererlo. ¿No haría todo lo posible para alejarse?
Así pues, desde hace un tiempo vengo pensando en una manera de consumar mi divorcio total para con la iglesia. Si seguimos la lógica de Fernando Vallejo, mi divorcio tendría hasta marco legal, pues para el escritor colombiano la iglesia católica es una Puta (con mayúscula), y en las leyes vigentes de México, la bigamia, el adulterio y demás “excesos” son motivo de terminación matrimonial. Para mí esta Puta de Babilonia, no hace méritos para ese nombre, no merece ostentar similitudes con las socialmente útiles meretrices, ni con cualquier criatura viva.
La iglesia sería en términos simples pura mierda, y ni siquiera eso, pues el excremento representa oportunidades de vida para ciertas especies de escarabajos y bacterias, que la reciclan y tornan materia fecal en sustancias nutritivas para el sustrato o incluso en pequeñas viviendas para sus crías.
Más acertadamente, la iglesia está hecha del mismo componente que el cerebro de los políticos mexicanos, un símil de la antimateria con propiedades degenerativas para cualquier otro compuesto que se le acerque.
He llegado a la conclusión de que la mejor medida para lograr esto es exigir mi excomunión, derecho que todo católico/cristiano tiene a su disposición cuando actúa en desacuerdo con los mandatos divinos, o mejor dicho, las conveniencias de las autoridades apostólicas, tan mundanas como la burocracia.
Lo bueno de los mitos y ritos judeo-cristianos es que junto con el boleto al cielo, que se paga en abonos chiquitos durante toda la vida como si de un electrodoméstico vulgar se tratase, uno tiene también garantizado un pasaje de ida, sin escalas, al Infierno.
Un lugar que de ser la mitad de hermoso a como lo dibujaba Doré, es digno de visitarse, sin mencionar por la cantidad de intelectuales y gentes interesantes que se fueron directo, por no arrepentirse en el último momento, como tantos pedófilos, asesinos y ecocidas que andan revoloteando allá arriba y defecando sobre nosotros, cuales pajaritos, su legado destructivo.
Lo malo, es que de la iglesia no se puede divorciar tan fácilmente. Por más similitudes que tenga con un servicio de correo basura o un banco, no basta con dar un clic para anular el recibimiento del spam, ni cancelar la cuenta para quedar totalmente expulsado de ella. Hay que cumplir con ciertos requisitos muy específicos, expresados en el derecho canónico, también conocido como el chueco dogmático.
Según los mochos, y el canon 1331 § 1, la excomunión es: la pena que excluye al reo de delito de la comunión con la Iglesia. El excomulgado entonces es privado de recibir los sacramentos, tener participación ministerial en la eucaristía o de desempeñar cargos ministeriales. Entre otros efectos se encuentran la imposibilidad de recibir “dignidades” por parte de la iglesia o el cese de cualquier pensión que esta otorgara.
Tales cuestiones no me preocupan, pues jamás he tenido vocación de párroco, el catolicismo más bien quita dignidad y hasta donde recuerdo, la iglesia no me ha dado pensión monetaria alguna, más me quitó cuando me obligaban a dar limosna en el colegio.
El excomulgado es visto como una bestia entre las ovejas, pues ante su presencia deberá suspenderse la eucaristía, hasta que lo saquen con trinches y antorchas, y carece de cualquier privilegio feligrés, como el magnífico derecho de divertir al morboso cura contando sus pecados más íntimos, o entregar a sus hijitos para que el ministro les inspeccione la virginidad.
En este canon, un compendio jurídico repleto de idioteces, torzones, elasticidades y agujeros, tal como la constitución mexicana que propone Fecalito, se mencionan como causas de la excomunión: profanación de la eucaristía, violencia física contra el papa, violación del sigilo sacramental, apostasía, herejía, cisma, aborto, violencia a un obispo, además de intentar oficiar misa sin licencia o de casarse siendo clérigo. Esto para la excomunión latae sententiate, o sea, en automático, rapidito, sin chistar.
Al consultar esta información me di cuenta, tristemente, de que no acumulo todas las condiciones para irme raudo al Infierno. Soy macho humano, he ahí que no he abortado, y por mi asco a los gérmenes del hombre jamás tocaría a un obispo o papa. Nuevamente, como cuando apliqué para convertirme en Gato Honorífico dejando de lado la condición humana, temí quedarme corto en los requisitos, ya que carezco de visión nocturna y no podría lamerme todo el cuerpo aunque lo intentara de verdad.
Revisando de nuevo, me encuentro culpable de herejía, apostasía y de cisma. Tomando en cuenta que el catolicismo valida cualquier pequeñez para condenar a otros me encuentro candidato viable para la excomunión.
Por motivos de la crisis económica que atraviesa el mundo me privo de organizar una celebración para este acontecimiento. Sin embargo esta tragedia no me priva de redactar formalmente una carta al papa y a todos los beatos poderosos que pueda para que me cumplan mi deseo de navidad adelantado.
Con toda la contumacia me dirijo al pontífice Benedicto XVI así:
“Estimado Papa Benedicto XVI:
Por medio de la presente y dando uso a mis derechos como católico registrado, mas no creyente, exijo mi excomunión.
De la manera más atenta le solicito utilice sus potestades como ministro supremo de la Iglesia Católica para separarme formalmente de la citada institución, que ha mostrado a través de la historia ser un medio de control político y psicológico que actúa con vileza y dolo para someter a la humanidad a un dominio totalitario, sea por medios físicos o mentales, como la Inquisición, los Autos de Fe, o el amedrentamiento, chantaje y amenazas con males eternos.
Estos medios, ideas, actos y atentados continuos contra los derechos individuales y la libertad de pensamiento, me llevan a discrepar con las políticas de la empresa a la que usted representa, a la vez que refuerzan mi decisión de rechazar los sacramentos y cualquier afiliación simbólica con su deidad, culto, dogmas, religión o derivación de estos.
En esta carta expreso mis posiciones filosóficas sobre la existencia materialista del universo, mi adopción de la teoría evolutiva, mi uso personal de anticonceptivos, mi posición favorable frente al aborto, mi beneplácito ante la igualdad entre animales y humanos, mi negación a la existencia de cualquier mesías, deidad, paraíso, o acto milagroso que su religión promociona. Tales ideas representan herejía, cisma y apostasía, causas terminantes para mi excomunión ad latae sententiate, según el canon 1331 del derecho canónico.
Así mismo me permito recordarle la participación de su Iglesia en genocidios, como las Cruzadas, el asesinato de los albigineses en Beziers en el año de 1209, la cacería mundial de brujas y los cometidos durante los períodos de funcionamiento de las diferentes Inquisiciones. Además cito la inercia de su institución ante el genocidio Nazi, hecho en que los miembros de su iglesia fueron cómplices, como el arzobispo Jagger de Paderbron, el obispo Wethmann y el obispo Rarkowski, todos elogiadores de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Menciono también el apoyo eclesiástico destrucción de las culturas nativas durante las invasiones conquistadoras a América, donde sus pastores hicieron todo lo posible para eliminar terminantemente cualquier rastro de cultos indígenas, a la vez que destruyeron físicamente restos históricos y expresiones artísticas creados por aquellos seres humanos.
Todas estas evidencias documentadas contradicen los valores de su fe, y me impulsan a pedirle que con la mayor urgencia pronuncie, redacte o haga lo necesario para que mi excomunión entre en vigor lo más pronto posible.
Me considero ateo, agnóstico, no-creyente, blasfemo y he consagrado parte de mi obra escrita a cuestionar, y acaso desmentir, los dogmas y enseñanzas de su mesías, que su creencia maneja como ciertos e inmutables.
Por todo lo expuesto y demás razones exijo ser excomulgado de su iglesia, cesado de todo título católico, y de ser posible borrado de las listas de control que puedan tener en su poder como institución mundial.
Finalmente le envío un cordial saludo y quedo de usted, esperando su respuesta.
.C.”
En verdad si con esto no me excomulgasen, tendría que proceder a actos menos corteses, como el vandalismo contra las iglesias. Estas acciones si bien suenan como potenciales liberadores de endorfinas y aventuras osadas que alzarían mi ego, son un peligro vital, pues la sensación de bienestar filosófico terminaría en cuanto encendieran la hoguera en el atrio de la catedral local.
Por supuesto, reciba o no respuesta a mi petición seguiré escribiendo contra la “Puta de Babilonia”, la “Hemorroide del Mundo”, hasta que me aburra del tema o venga el Apocalipsis. Dios dirá.
P.D.
Por disposiciones en las leyes burocráticas eclesiásticas, que se adjudican todos los bienes del mundo, hasta la información, ningún apóstata (o renegón de la fe) puede darse de baja de la secta a la que pertenece.
Esto es una violación directa al derecho de Protección de Datos, que se aúna al carácter de posesión material que los mochos creen tener sobre cualquier humano inscrito en sus listas, sin embargo, como todas las idioteces bíblicas ha de tomarse a risa, pues reitero es como permanecer registrado en las agendas de envío de correos basura sobre viajes a Disneylandia y Viagra a mitad de precio.
Les dejo el mail del papa por si desean enviarle un saludo afectuoso y felicitarlo por su descubrimiento certero de la existencia del infierno:
benedettoxvi@vatican.va
Para Gato Clonado (válgame la blasfemia)
Cef Vil
.C.
Aviso:
Si algún percance inexplicable, milagroso o destructivo le sucediese a este blog a su autor, responsabilizo a cualquier grupo fanático católico-cristiano, mexicano o de cualquier nación por todos los daños y prejuicios. Léase Opus Dei, Legionarios de Cristo, satanistas o cualquier secta cristiana que exista.
Y aunque parezca me refiero a un cártel criminal de narcotráfico o cualquier empresa transnacional con sede en Estados Unidos, más bien hablo de un órgano innecesario que contamina a todos los sistemas del cuerpo social localizado en el recto del mundo, el Vaticano.
Como ya habrá usted adivinado, hablo de la Iglesia Romana Católica Apostólica.
¡Qué va, si desde que no tengo memoria ni facultad de replicar, mis familiares me obligaron a “pertenecer” al rebaño de crédulos que a nivel mundial llevan la marca ganadera no con fuego, sino con agua!
Si se pregunta usted como demonios un ateo fanático está unido a la iglesia, sino es por la alergia filosófica que obliga a criticarla a diario, debo responderle que estas ataduras son simbólicas, y se conocen en la mitología cristiana como sacramentos. Estoy bautizado e hice mi primera comunión a los diez años, como es costumbre en este país bárbaro.
De ser escandaloso diría que estoy circundado por la pestilencia eclesiástica, llevo la marca leprosa del cristo, me envuelve la desgracia de ser miembro, inactivo pero al cabo entre las filas, de la institución nociva a la que debemos atrasos incuantificables en la ciencia médica, el arte y la bioética. No lo veo así, pues aceptar estas nociones sería sazonar con gnosticismo, cosa que igual me repugna, sin embargo siento la pequeña urticaria de saberme inscrito en los libros gordos de los contribuyentes del diezmo.
De estar metido forzosamente en el partido nazi o en la asociación nacional de rifles, ¿no sentiría usted una suerte de vergüenza por la proximidad hacia estos clubes infames de imbéciles violentos, necrófagos, totalitarios y segregacionistas? Imagínese como se siente estar cerquita de la iglesia sin quererlo. ¿No haría todo lo posible para alejarse?
Así pues, desde hace un tiempo vengo pensando en una manera de consumar mi divorcio total para con la iglesia. Si seguimos la lógica de Fernando Vallejo, mi divorcio tendría hasta marco legal, pues para el escritor colombiano la iglesia católica es una Puta (con mayúscula), y en las leyes vigentes de México, la bigamia, el adulterio y demás “excesos” son motivo de terminación matrimonial. Para mí esta Puta de Babilonia, no hace méritos para ese nombre, no merece ostentar similitudes con las socialmente útiles meretrices, ni con cualquier criatura viva.
La iglesia sería en términos simples pura mierda, y ni siquiera eso, pues el excremento representa oportunidades de vida para ciertas especies de escarabajos y bacterias, que la reciclan y tornan materia fecal en sustancias nutritivas para el sustrato o incluso en pequeñas viviendas para sus crías.
Más acertadamente, la iglesia está hecha del mismo componente que el cerebro de los políticos mexicanos, un símil de la antimateria con propiedades degenerativas para cualquier otro compuesto que se le acerque.
He llegado a la conclusión de que la mejor medida para lograr esto es exigir mi excomunión, derecho que todo católico/cristiano tiene a su disposición cuando actúa en desacuerdo con los mandatos divinos, o mejor dicho, las conveniencias de las autoridades apostólicas, tan mundanas como la burocracia.
Lo bueno de los mitos y ritos judeo-cristianos es que junto con el boleto al cielo, que se paga en abonos chiquitos durante toda la vida como si de un electrodoméstico vulgar se tratase, uno tiene también garantizado un pasaje de ida, sin escalas, al Infierno.
Un lugar que de ser la mitad de hermoso a como lo dibujaba Doré, es digno de visitarse, sin mencionar por la cantidad de intelectuales y gentes interesantes que se fueron directo, por no arrepentirse en el último momento, como tantos pedófilos, asesinos y ecocidas que andan revoloteando allá arriba y defecando sobre nosotros, cuales pajaritos, su legado destructivo.
Lo malo, es que de la iglesia no se puede divorciar tan fácilmente. Por más similitudes que tenga con un servicio de correo basura o un banco, no basta con dar un clic para anular el recibimiento del spam, ni cancelar la cuenta para quedar totalmente expulsado de ella. Hay que cumplir con ciertos requisitos muy específicos, expresados en el derecho canónico, también conocido como el chueco dogmático.
Según los mochos, y el canon 1331 § 1, la excomunión es: la pena que excluye al reo de delito de la comunión con la Iglesia. El excomulgado entonces es privado de recibir los sacramentos, tener participación ministerial en la eucaristía o de desempeñar cargos ministeriales. Entre otros efectos se encuentran la imposibilidad de recibir “dignidades” por parte de la iglesia o el cese de cualquier pensión que esta otorgara.
Tales cuestiones no me preocupan, pues jamás he tenido vocación de párroco, el catolicismo más bien quita dignidad y hasta donde recuerdo, la iglesia no me ha dado pensión monetaria alguna, más me quitó cuando me obligaban a dar limosna en el colegio.
El excomulgado es visto como una bestia entre las ovejas, pues ante su presencia deberá suspenderse la eucaristía, hasta que lo saquen con trinches y antorchas, y carece de cualquier privilegio feligrés, como el magnífico derecho de divertir al morboso cura contando sus pecados más íntimos, o entregar a sus hijitos para que el ministro les inspeccione la virginidad.
En este canon, un compendio jurídico repleto de idioteces, torzones, elasticidades y agujeros, tal como la constitución mexicana que propone Fecalito, se mencionan como causas de la excomunión: profanación de la eucaristía, violencia física contra el papa, violación del sigilo sacramental, apostasía, herejía, cisma, aborto, violencia a un obispo, además de intentar oficiar misa sin licencia o de casarse siendo clérigo. Esto para la excomunión latae sententiate, o sea, en automático, rapidito, sin chistar.
Al consultar esta información me di cuenta, tristemente, de que no acumulo todas las condiciones para irme raudo al Infierno. Soy macho humano, he ahí que no he abortado, y por mi asco a los gérmenes del hombre jamás tocaría a un obispo o papa. Nuevamente, como cuando apliqué para convertirme en Gato Honorífico dejando de lado la condición humana, temí quedarme corto en los requisitos, ya que carezco de visión nocturna y no podría lamerme todo el cuerpo aunque lo intentara de verdad.
Revisando de nuevo, me encuentro culpable de herejía, apostasía y de cisma. Tomando en cuenta que el catolicismo valida cualquier pequeñez para condenar a otros me encuentro candidato viable para la excomunión.
Por motivos de la crisis económica que atraviesa el mundo me privo de organizar una celebración para este acontecimiento. Sin embargo esta tragedia no me priva de redactar formalmente una carta al papa y a todos los beatos poderosos que pueda para que me cumplan mi deseo de navidad adelantado.
Con toda la contumacia me dirijo al pontífice Benedicto XVI así:
“Estimado Papa Benedicto XVI:
Por medio de la presente y dando uso a mis derechos como católico registrado, mas no creyente, exijo mi excomunión.
De la manera más atenta le solicito utilice sus potestades como ministro supremo de la Iglesia Católica para separarme formalmente de la citada institución, que ha mostrado a través de la historia ser un medio de control político y psicológico que actúa con vileza y dolo para someter a la humanidad a un dominio totalitario, sea por medios físicos o mentales, como la Inquisición, los Autos de Fe, o el amedrentamiento, chantaje y amenazas con males eternos.
Estos medios, ideas, actos y atentados continuos contra los derechos individuales y la libertad de pensamiento, me llevan a discrepar con las políticas de la empresa a la que usted representa, a la vez que refuerzan mi decisión de rechazar los sacramentos y cualquier afiliación simbólica con su deidad, culto, dogmas, religión o derivación de estos.
En esta carta expreso mis posiciones filosóficas sobre la existencia materialista del universo, mi adopción de la teoría evolutiva, mi uso personal de anticonceptivos, mi posición favorable frente al aborto, mi beneplácito ante la igualdad entre animales y humanos, mi negación a la existencia de cualquier mesías, deidad, paraíso, o acto milagroso que su religión promociona. Tales ideas representan herejía, cisma y apostasía, causas terminantes para mi excomunión ad latae sententiate, según el canon 1331 del derecho canónico.
Así mismo me permito recordarle la participación de su Iglesia en genocidios, como las Cruzadas, el asesinato de los albigineses en Beziers en el año de 1209, la cacería mundial de brujas y los cometidos durante los períodos de funcionamiento de las diferentes Inquisiciones. Además cito la inercia de su institución ante el genocidio Nazi, hecho en que los miembros de su iglesia fueron cómplices, como el arzobispo Jagger de Paderbron, el obispo Wethmann y el obispo Rarkowski, todos elogiadores de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Menciono también el apoyo eclesiástico destrucción de las culturas nativas durante las invasiones conquistadoras a América, donde sus pastores hicieron todo lo posible para eliminar terminantemente cualquier rastro de cultos indígenas, a la vez que destruyeron físicamente restos históricos y expresiones artísticas creados por aquellos seres humanos.
Todas estas evidencias documentadas contradicen los valores de su fe, y me impulsan a pedirle que con la mayor urgencia pronuncie, redacte o haga lo necesario para que mi excomunión entre en vigor lo más pronto posible.
Me considero ateo, agnóstico, no-creyente, blasfemo y he consagrado parte de mi obra escrita a cuestionar, y acaso desmentir, los dogmas y enseñanzas de su mesías, que su creencia maneja como ciertos e inmutables.
Por todo lo expuesto y demás razones exijo ser excomulgado de su iglesia, cesado de todo título católico, y de ser posible borrado de las listas de control que puedan tener en su poder como institución mundial.
Finalmente le envío un cordial saludo y quedo de usted, esperando su respuesta.
.C.”
En verdad si con esto no me excomulgasen, tendría que proceder a actos menos corteses, como el vandalismo contra las iglesias. Estas acciones si bien suenan como potenciales liberadores de endorfinas y aventuras osadas que alzarían mi ego, son un peligro vital, pues la sensación de bienestar filosófico terminaría en cuanto encendieran la hoguera en el atrio de la catedral local.
Por supuesto, reciba o no respuesta a mi petición seguiré escribiendo contra la “Puta de Babilonia”, la “Hemorroide del Mundo”, hasta que me aburra del tema o venga el Apocalipsis. Dios dirá.
P.D.
Por disposiciones en las leyes burocráticas eclesiásticas, que se adjudican todos los bienes del mundo, hasta la información, ningún apóstata (o renegón de la fe) puede darse de baja de la secta a la que pertenece.
Esto es una violación directa al derecho de Protección de Datos, que se aúna al carácter de posesión material que los mochos creen tener sobre cualquier humano inscrito en sus listas, sin embargo, como todas las idioteces bíblicas ha de tomarse a risa, pues reitero es como permanecer registrado en las agendas de envío de correos basura sobre viajes a Disneylandia y Viagra a mitad de precio.
Les dejo el mail del papa por si desean enviarle un saludo afectuoso y felicitarlo por su descubrimiento certero de la existencia del infierno:
benedettoxvi@vatican.va
Para Gato Clonado (válgame la blasfemia)
Cef Vil
.C.
Aviso:
Si algún percance inexplicable, milagroso o destructivo le sucediese a este blog a su autor, responsabilizo a cualquier grupo fanático católico-cristiano, mexicano o de cualquier nación por todos los daños y prejuicios. Léase Opus Dei, Legionarios de Cristo, satanistas o cualquier secta cristiana que exista.
1 comentario:
RoMaNtIcIdEHey pequeño Cef Vil.
encontre tu blog explorando las entrañas de la red y sorteando nombres en google( no estaba de psicÓpata aclaro xD), parece que el nombre de mi bishonen esta inevitablemente atado al tuyo,hahaha.
muy interesante lo de tu excomunión, yo misma tengo mis rozes con l iglesia, debo de admitir que me digo miembro de la congregación cristiana, aunque para nada soy una cristiana convencional xD.
me despido sin más que deserte suerte en tu busqueda por el desprendiemiento de tu pequeña alma al gran circulo de adoración "celestial".
kisses
*MiAu( creo que no hace falta poner mi nombre...o si??)
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